¿Cómo afecta la parálisis cerebral a los niños?
La parálisis cerebral infantil es un trastorno neurológico que afecta al tono muscular, a la postura y a la movilidad de quienes la padecen. Esta condición suele ser congénita y producirse por un desarrollo irregular del cerebro, aunque también puede ser fruto de un daño ocurrido en el cerebro durante su desarrollo.
Este trastorno del desarrollo no empeora con el tiempo, a pesar de tratarse de una alteración permanente. Sin embargo, la situación de los niños que lo padecen sí puede cambiar con el tiempo. Por ejemplo, si no se promueven la actividad física y los cuidados, sus capacidades motoras pueden verse afectadas.
Para poder minimizar el impacto de la parálisis cerebral infantil, es fundamental una intervención temprana que contemple ejercicios y terapias físicas. De esta forma, será más sencillo incrementar la participación y la calidad de vida de los niños y sus familias.
¿Por qué es importante que los niños con parálisis cerebral se ejerciten?
Los problemas de coordinación y movimiento están presentes en todos los niños con parálisis cerebral: falta de equilibrio, músculos rígidos, variaciones en el tono muscular, dificultad para caminar, etc. Al fomentar el ejercicio físico ayudaremos a que los más pequeños puedan:
- Mejorar su fuerza y tono muscular
- Entrenar una coordinación mayor
- Reducir la espasticidad
- Disminuir las contracturas
- Conseguir una postura más cómoda
- Incrementar su autonomía
- Contar con una autoestima más elevada
¿Qué tipo de ejercicios se pueden llevar a cabo?
Incorporar terapias intensivas en objetivos funcionales como el entrenamiento bimanual, el entrenamiento orientado a objetivos o los programas domiciliarios. Además, la terapia para mejorar la marcha y la movilidad incorpora la realización de entrenamiento de movilidad y fuerza.
También existen recomendaciones generales como:
- Enfoque centrado en la familia. Las familias deben ser parte activa del proceso terapéutico, promoviéndose la toma de decisiones compartidas, ajustadas al entorno familiar y social.
- Intervención precoz. Cuanto antes se inicie la terapia tras el diagnóstico (idealmente antes del primer año), mayor será el beneficio en el desarrollo neurológico y funcional.
- Evaluación continua. Es crucial usar herramientas estandarizadas para medir progreso.
- Enfoque en la participación y la calidad de vida. Con ayuda del exoesqueleto no solo se busca “normalizar” el movimiento, sino que el niño participe activamente en la vida diaria (jugar, comunicarse, moverse, relacionarse).